Vergüenza ¿ajena?
El miércoles 26 de agosto el Consejo Superior de la UBA votó por abrumadora mayoría (sólo hubo una abstención y tres votos en contra) aceptar los fondos provenientes de la Minera La Alumbrera que opera en la provincia de Catamarca y afecta el medioambiente y poblaciones de esa provincia, pero también de la provincia de Tucumán. Ese día nos habíamos movilizado un conjunto de estudiantes, docentes y graduados de la UBA para plantear nuestro rechazo a que la UBA aceptara esos fondos, principalmente por una cuestión ética: aceptar esos fondos convalida de alguna manera el accionar de ese emprendimiento minero y sus consecuencias sociales y ambientales. En las argumentaciones de por qué aceptar esos fondos primaba la idea de que esos fondos provienen de una ley nacional y que el yacimiento no es enteramente privado sino una Unión Transitoria de Empresas entre el Estado y una empresa transnacional. Por otro lado, se argumentó que rechazar fondos provenientes de una ley traería inconvenientes legales para la Universidad y que al no utilizar cianuro este emprendimiento no era “tan” contaminante y que toda actividad “humana contamina”. Estos argumentos fueron rebatidos por aquellos consejeros que planteaban que antes de aceptar esos fondos debía discutirse ampliamente en la UBA con los expertos de las diferentes disciplinas ligadas al problema de la minería, “desde la geología hasta la sociología”. Sin embargo, la sordera de la mayoría del Consejo Superior y en particular del Rector Rubén Hallú daba escalofríos. No sólo se negó la palabra a profesores, graduados, jóvenes investigadores y estudiantes de la UBA que podían aportar al debate, sino que también se le negó la participación a la asesora del Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, quien enviaba a través de esta persona un mensaje al Consejo Superior para que rechazaran los fondos mineros, a partir de una serie de argumentos muy interesantes que lamentablemente no fueron escuchados. Sólo seis consejeros votaron a favor de darle la palabra. El resto cargará con la vergüenza de haberle negado la palabra a Adolfo Pérez Esquivel quien paradójicamente preside con una fotografía suya la antesala del Consejo Superior, junto con los otros cuatro premios Nobel argentinos. Por todo esto, la vergüenza tiñe hoy a la Universidad de Buenos Aires. Me formé en la vida y la profesión universitaria en la UBA, particularmente en la Facultad de Ciencias Sociales donde aprendí a tener una mirada crítica y comprometida, a la vez que rigurosa, de la sociedad. La carrera de Sociología, luego la Maestría de Investigación Social y ahora el Doctorado en la misma casa de estudios, me fueron forjando como docente y joven investigador en formación. Con el correr de los años mi sentido de pertenencia con la UBA fue creciendo y consolidándose, como el de miles de jóvenes becarios, graduados y docentes. A muchos de nosotros nos han surgido posibilidades de continuar nuestras carreras académicas con muchas más comodidades y reconocimientos materiales y simbólicos en otras universidades nacionales o, incluso, en posgrados y becas en el exterior. Sin embargo, nuestra opción como jóvenes docentes e investigadores ha sido quedarnos en la UBA, en parte por sentirnos orgullosos de pertenecer a esta casa de estudios, en parte porque no perdemos la esperanza de poder aportar para mejorarla. Tenemos, como se dice en el barrio, la “camiseta puesta” de la UBA. Sin embargo en estos días, la vergonzosa decisión del Consejo Superior de aceptar esos fondos mineros manchó la camiseta de muchos de nosotros con barro o, mejor dicho, manchó la camiseta con oro.
Juan Wahren. Docente de Sociología Rural. Becario doctoral CONICET en el Instituto de Investigaciones Gino Germani. Facultad de Ciencias Sociales, UBA.
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